Múltiples crónicas hemos consagrado a través de los años al tema del desenvolvimiento profesional de nuestro aeródromo principal. Muy a pesar de los positivos cambios realizados, la tarea nunca termina. Al contrario, se convierte en un continuo reto al sentido común y la evolución de incesantes transiciones, ecos de nuestro mundo moderno.
Si bien es cierto, se elimino el desordenado mercado de buhonerías existente durante el quinquenio anterior, la Administración Torrijos procedió a crear un cuasi monopolio en la zona libre que afecta la venta de productos claves en el aeródromo a favor del expendio de productos típicos del ambiente duty-free como licores y tabaco, perfumería, ropa, electrónicos y joyería.
Recientemente fuimos cortésmente acogidos por Graciela Gutiérrez, funcionaria con tres décadas de servicio a la institución, en el kiosco que la Autoridad de Turismo ha ubicado frente a la puerta de embarque # 22 en la zona franca. Nos explicó Graciela que allí se ofrecen fascículos por provincia en castellano e ingles. Posterior a un lógico análisis, me pregunto si un turista reconoce la diferencia entre Darién y Los Santos como para escoger el correspondiente cuadernillo. Es como viajar a Guatemala y recibir opciones de catálogos de Huehuetenango o Jutiapa ¿No sería mejor ofrecer un Panamá Pack que ofrezca el ramillete completo de la oferta turística disponible, incluyendo la opción en formato CD multilingüe para la gran mayoría de los visitantes que viajan con sus computadoras personales?
Interrumpió súbitamente nuestra entrevista una frustrada pasajera Sudamericana que nos expuso que había recorrido íntegramente la terminal en busca de una tienda de artesanías. Algo anda mal cuando vendemos Marlboro, Cartier y Sony pero no molas, sombreros Panamá ni taguas.
Algo anda bien mal cuando no hay un solo puesto de expendio de libros y periódicos, negocios harto típicos de aeropuertos en todas las latitudes. ¿Reflejo tal vez de nuestra indiferencia por la lectura o resultado del cuasi monopolio? Algo anda supremamente mal cuando después de ganar el galardón como el mejor café del mundo consecutivamente por un lustro, no hay ningún sitio en la terminal donde se promocionen y se vendan nuestros cafeses acompañados del cintillo #1 Coffee in the World.
Nos jactamos de nuestras virtudes comerciales, pero contamos con un solo restaurante en la zona franca que peca por su pésimo servicio, exagerados precios y su limitado menú. ¿Quien ha sido beneficiado por este monopolio durante las últimas tres décadas?
Según el Reporte Estadístico 2008 de Tocumen, un total de 4,549,170 pasajeros que se trasladan a 54 diferentes destinos utilizaron la principal terminal aeroportuaria del país. De estos, 1,505,324 desembarcaron en Panamá. Gozando de tantos espacios disponibles ¿no sería beneficioso para el istmo venderse a esa audiencia cautiva de más de 3 millones de pasajeros que pululan anualmente sus pasadizos?
Si lográsemos la distribución masiva de material publicitario de optima calidad y la decoración del terminal con impactantes pautas de nuestra gran oferta turística, desde los records mundiales de pesca fuera de borda, la diversidad de las playas Caribeñas y de la Riviera Pacifica, nuestras numerosas islas, tierras altas, la capital más moderna y hermosa de Latinoamérica con su imponente Cinta Costera y Casco Antiguo, el Canal, las bondades de Coiba y Kuna Yala, el verdor del Darién y el Museo de Diversidad, entre otros, abriría el extraordinario apetito de los transeúntes hacia un turismo diferente y variado. ¿Se imagina el amable lector el efecto multiplicador que tendría en nuestra economía si lográsemos que un ínfimo porcentaje, por ejemplo, trescientos mil turistas adicionales o menos del 10% de los transeúntes, regresaran a Panamá? Sería un negocio redondo y jugoso para el país, sobre todo en estos momentos de incertidumbre y crisis financiera mundial.
Vale entonces la pena explotar al máximo Tocumen, ese fabuloso diamante sin pulir. Enhorabuena, ¿Qué estamos esperando? El autor es especialista en turismo.
Si bien es cierto, se elimino el desordenado mercado de buhonerías existente durante el quinquenio anterior, la Administración Torrijos procedió a crear un cuasi monopolio en la zona libre que afecta la venta de productos claves en el aeródromo a favor del expendio de productos típicos del ambiente duty-free como licores y tabaco, perfumería, ropa, electrónicos y joyería.
Recientemente fuimos cortésmente acogidos por Graciela Gutiérrez, funcionaria con tres décadas de servicio a la institución, en el kiosco que la Autoridad de Turismo ha ubicado frente a la puerta de embarque # 22 en la zona franca. Nos explicó Graciela que allí se ofrecen fascículos por provincia en castellano e ingles. Posterior a un lógico análisis, me pregunto si un turista reconoce la diferencia entre Darién y Los Santos como para escoger el correspondiente cuadernillo. Es como viajar a Guatemala y recibir opciones de catálogos de Huehuetenango o Jutiapa ¿No sería mejor ofrecer un Panamá Pack que ofrezca el ramillete completo de la oferta turística disponible, incluyendo la opción en formato CD multilingüe para la gran mayoría de los visitantes que viajan con sus computadoras personales?
Interrumpió súbitamente nuestra entrevista una frustrada pasajera Sudamericana que nos expuso que había recorrido íntegramente la terminal en busca de una tienda de artesanías. Algo anda mal cuando vendemos Marlboro, Cartier y Sony pero no molas, sombreros Panamá ni taguas.
Algo anda bien mal cuando no hay un solo puesto de expendio de libros y periódicos, negocios harto típicos de aeropuertos en todas las latitudes. ¿Reflejo tal vez de nuestra indiferencia por la lectura o resultado del cuasi monopolio? Algo anda supremamente mal cuando después de ganar el galardón como el mejor café del mundo consecutivamente por un lustro, no hay ningún sitio en la terminal donde se promocionen y se vendan nuestros cafeses acompañados del cintillo #1 Coffee in the World.
Nos jactamos de nuestras virtudes comerciales, pero contamos con un solo restaurante en la zona franca que peca por su pésimo servicio, exagerados precios y su limitado menú. ¿Quien ha sido beneficiado por este monopolio durante las últimas tres décadas?
Según el Reporte Estadístico 2008 de Tocumen, un total de 4,549,170 pasajeros que se trasladan a 54 diferentes destinos utilizaron la principal terminal aeroportuaria del país. De estos, 1,505,324 desembarcaron en Panamá. Gozando de tantos espacios disponibles ¿no sería beneficioso para el istmo venderse a esa audiencia cautiva de más de 3 millones de pasajeros que pululan anualmente sus pasadizos?
Si lográsemos la distribución masiva de material publicitario de optima calidad y la decoración del terminal con impactantes pautas de nuestra gran oferta turística, desde los records mundiales de pesca fuera de borda, la diversidad de las playas Caribeñas y de la Riviera Pacifica, nuestras numerosas islas, tierras altas, la capital más moderna y hermosa de Latinoamérica con su imponente Cinta Costera y Casco Antiguo, el Canal, las bondades de Coiba y Kuna Yala, el verdor del Darién y el Museo de Diversidad, entre otros, abriría el extraordinario apetito de los transeúntes hacia un turismo diferente y variado. ¿Se imagina el amable lector el efecto multiplicador que tendría en nuestra economía si lográsemos que un ínfimo porcentaje, por ejemplo, trescientos mil turistas adicionales o menos del 10% de los transeúntes, regresaran a Panamá? Sería un negocio redondo y jugoso para el país, sobre todo en estos momentos de incertidumbre y crisis financiera mundial.
Vale entonces la pena explotar al máximo Tocumen, ese fabuloso diamante sin pulir. Enhorabuena, ¿Qué estamos esperando? El autor es especialista en turismo.
Courtesy of: Panama Real Estate & Investment
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